La jefa de gabinete de la ministra de Igualdad, Irene Montero, presionó al empresario Nicola Pedrazzoli para que cesara al periodista Saül Gordillo como director del periódico digital ‘Principal’. Una trabajadora denunció a su director de haberla agredido sexualmente la noche en que celebraban la cena de Navidad de la empresa. El gravísimo relato de la chica, acusando a su director, y exdirector de Catalunya Ràdio, Saül Gordillo, de haberle tocado sus partes íntimas por dentro de la falda y las bragas quedó rápidamente desmentido por las imágenes que grabaron las cámaras de seguridad de la sala Apolo, que es donde se supone que se produjeron los actos que constan en la denuncia. Muchos periodistas catalanes -también el juez instructor, que mantiene a Gordillo en libertad y sin medidas cautelares-, hemos podido ver las imágenes sin editar y tal como las recogió la Policía, y claramente comprobar que no guardan ninguna relación con el relato de la denunciante. En su declaración ante el juez, la presunta víctima explicó el jueves que no quería poner denuncia alguna, que sus padres al escuchar su relato también la habían recomendado que no lo hiciera, por su inconsistencia, pero que se había sentido «presionada» y agobiada por Quique Badia, el jefe de redacción del digital, y que ha sido nombrado director cuando Gordillo fue destituido. Badía puso en contacto a la chica con Carla Vall, su pareja, una abogada especializada en asuntos feministas. Para no dejar un rastro tan obvio, desvió el caso a la abogada Noemí Martí, pero fue Vall quien organizó la estrategia defensiva y el linchamiento mediático de Gordillo. Vall es una terminal mediática de Podemos, muy activa en las redes sociales y cercana al ministerio de Irene Montero. Según ha contado Nicola Pedrazzoli, accionista de referencia de ‘Principal’, su jefa de gabinete, Lidia Rubio, le llamó para que cesara fulminantemente a Gordillo. Los Mossos, que enseguida vieron las imágenes, no dieron credibilidad a la denuncia y no detuvieron a Gordillo, en contra de lo que sí hicieron, unos días más tarde, con el exjugador del Barcelona Dani Alves. En las imágenes, que no han sido editadas, como sugiere el entorno de la denunciante, se aprecia cómo la chica flirtea y baila con Gordillo, buscando en todo momento, y hallándolo, el contacto con el denunciado. En un momento determinado, el director le pone la mano en el culo durante tres o cuatro segundos sin que la chica deje de bailar con él ni haga gesto alguno de desaprobación ni disgusto. Todo lo contrario, continúa alegremente danzando al ritmo de la música y en clara complicidad con quien ahora acusa de haberla agredido. A continuación, mientras la chica pide una consumición en la barra el acusado le toca el abdomen y durante un segundo -contado- tiene su mano a la altura de su vagina, sin llegar en modo alguno, como consta en la denuncia, a meterle la mano por debajo de la ropa interior ni mucho menos a «masturbar el clítoris». A todo ello, la chica no sólo no expresa ningún reproche, sino más bien parece que le gusta, porque continúa bailando con él en la misma sala, e incluso en otra, en que le propone -según Gordillo- ir al baño a rematar la faena, a lo que el acusado se opone. Las imágenes no tienen audio, y aunque se ve que una breve conversación tiene lugar, y la gestualidad de ambos encaja con lo referido, no hay manera de comprobarlo y por lo tanto es sólo la versión del denunciado, sin que se sepa la de la víctima. Al cabo de pocas horas, despechada por la negativa de Gordillo, la chica convirtió un flirteo en una agresión sexual que en modo alguno se aprecia en las imágenes ni se puede siquiera llegar a imaginar. En la segunda denuncia, las imágenes son igualmente claras. Durante mucho rato, se puede ver a Saül Gordillo hablando con la denunciante, que no presenta signos ni de ir muy borracha ni de estar drogada. Cuando sus compañeros le ofrecen acercarla a casa les dice que no y se queda con Gordillo charlando y tomando una copa, reclinados precisamente en el mostrador del «punto lila» de la discoteca. Lo único peculiar que se observa en las imágenes es que caundo el director va al baño, la chica se acerca a otro muchacho, al que no conoce de nada, y tras un breve intercambio de impresiones le da un morreo sin excusa ni pretexto. El intercambio de fluidos acaba antes del regreso de Gordillo, que no se da cuenta del acto, y sale de la discoteca con la denunciante para acompañarla a casa. Tanto en las imágenes tomadas en la discoteca como en el exterior se les ve a ambos pasear sin signos de intoxicación alcohólica ni mucho menos de sumisión química. Cuando la denunciante llega a su casa, abre la puerta y acierta a la primera con la llave. Según el relato de los Mossos, entra «sonriendo» en el portal, e incluso hace el gesto como de despedirse amablemente de su acompañante -aunque éste no llega a verse. En cualquier caso su proceder y compostura no es la de una persona bajo el efecto de las drogas o que acaba de ser violada. Muchos periodistas catalanes han visto las imágenes de la sala Apolo y todos han expresado en privado su indignación por hasta qué punto contradicen la denuncia. Ninguno de ellos -ni de ellas- ha salido a dar la cara y a explicar su indignación privada con la misma contundencia que condenaron a Gordillo cuando la denuncia se dio a conocer. Algunas de estas periodistas lloraron cuando vieron las imágenes en privado, al darse cuenta de lo injustas que habían sido con el periodista, a quien por supuesto no le respetaron la presunción de inocencia. El periodismo catalán tiene un problema con la libertad. El mismo que tiene Cataluña, y por eso el catalanismo y la sociedad en general se han vuelto unos insaciables coleccionistas de derrotas. El periodismo que se hace en Cataluña es ideológico, sectario, victimista y muy cobarde. Algunas periodistas se han negado a ver las imágenes porque consideran -sin verlas- que dándoles difusión se pretende criminalizar a las víctimas. El abogado de Gordillo, Carles Monguilod, dijo el jueves a la salida de la declaración de su cliente ante el juez que «en mis casi 40 años de profesión jamás había visto unas imágenes que desmintieran tanto una denuncia».
Source: ABC